martes, 24 de octubre de 2017

Escupiendo hacia el cielo.

Escupiendo hacia el cielo.


La gente gritaba tan airada, como si aquel hombre les hubiera hecho algún daño inimaginable. Se alegraban de ver aquel que hasta hacía algunas horas caminaba por las calles atrayendo seguidores por doquier; azotado, juzgado y humillado delante los hombres.
Estaban seguros que era un charlatán, y darían hasta sus propias vidas por poner a ese predicador itinerante clavado en el madero.
Les caía como chicle en el cabello escuchar esas palabras que solía declarar por toda la nación, no podían soportar que algunos hasta quisieran ponerlo en el trono a gobernar.
Les hervía el vientre al sólo escuchar hablar de él en cada lugar donde hubiera alguna conversación entre los simples.
Era inaudita aquella fama que le habían otorgado por las plazas, no era posible que que ese mentiroso fuera escuchado atentamente desde la comarca más pequeña, hasta la misma ciudad santa de David.
Pero en realidad no le conocían, simplemente se dejaban llevar por la corriente de la ira... esa ira que nubla los lugares más ilustres de la mente... ni sabían si en verdad era mentiroso y charlatán.
Hoy en día publicarían en sus redes lo mucho que este hombre se oponía ante el imperio, tal vez compartirían en su muro la mentiras difundidas por el resto de líderes que con alguna maña retorcían la verdad, con el fin de ensuciar el testimonio de aquel hombre al predicar, usando la verdad y la mentira para darle veracidad a su pobre acusación. Tal vez harían páginas enteras condenando a aquel pastor, haciendole parecer de mentiroso, de atraer de todos la atención con el fin de pedir los diezmos de aquellos (según ellos) pobres engañados.
La envidia les corroía el corazón (Mateo 27:18), por que ellos querían que les dieran esa misma atención... querían muchos "seguidores" que sobre pasaran a los suyos... querían verse con la fama de aquel que acusaban sin ninguna compasión. Querían el dinero que pensaban el maestro recibía en las ofrendas de los suyos.
Esos fariseos jamás le conocieron... nunca lo investigaron para entender cuál era su mensaje... nunca se interesaron en su vida, no más para sacar algún trapo sucio que pudieran encontrarle... a los suyos vino pero no le recibieron.
No hables de Jesús, si aún no le has conocido en realidad... no hables de una iglesia si jamás te has enterado de su obra en este mundo... No te vuelvas como aquellos envidiosos, investiga sin ningún prejuicio y nada de parcialidad... juzga justo juicio (Juan 7:24) y No te dejes llevar por la envidia y la ira motivada en un corazon competitivo, debido el éxito que se ve en sus muchos seguidores.
Porque escupieron hacia el cielo y aquel de quien ellos mal hablaban, se levantó de entre los muertos, orgullo de Su Padre Celestial, quien un día confesó, este es mi hijo amado en quien yo tengo complacencia, Jesús el Señor de toda creación.

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