Lutero a la Teología de la Prosperidad
Este año por todos es, o llegará a ser conocido al menos como una nota de prensa, que el 31 de octubre se marcarán 500 años desde que Martín Lutero clavó las 95 Tesis que marcarían el inicio de lo que hoy se conoce como la “Reforma Protestante” que dividió la iglesia occidental. Para la causa protestante, este cisma y posterior reforma de la Iglesia, significó buscar asentar la vida, fe y práctica cristiana en 5 pilares íntimamente entrelazados entre sí:
- Sola Scriptura – solo la Escritura
- Sola fide – solo la fe
- Sola gratia – solo la gracia
- Solus Christus – solo Cristo
- Soli Deo gloria – solo a Dios la gloria
En el momento que Lutero clavó sus tesis, su intención original no fue partir la iglesia en dos, sino reformarla desde adentro, en concreto, reformar la mezquina práctica de la venta de indulgencias -certificados papales de perdón y remisión de pecados- que habían alcanzado un nivel insostenible bíblicamente por las implicaciones soteriológicas -relativas a la salvación de cada persona- que estas tenían. La idea de las tesis era generar un robusto debate interno que condujera a enmendar el camino, pero por el milagro de la imprenta -y sin el conocimiento o aprobación de Lutero- las tesis se difundieron por toda Alemania y llegaron hasta la misma Roma.
Al ver la reacción negativa y visceral que generaron sus tesis, Lutero buscó aclarar más sus postulados y poder, a través del uso del idioma alemán, transmitir a sus lectores sus intenciones y razones de por qué cuestionaba esta práctica de venta y emisión de indulgencias, dado que no las encontraba en la Escritura. Es por esta razón que en abril de 1518 publica su “Tratado sobre la indulgencia y la gracia” con el que buscaba traer mayor claridad al debate y donde termina, de manera magistral, exponiendo el grave error de las indulgencias en contraposición con la doctrina bíblica de la gracia y la Cruz.
Cuando uno lee este tratado con ojos de cristiano evangélico viviendo en Guatemala en el año 2017, no puede dejar de hacerse el paralelo con lo que sin mayor dificultado podríamos hoy calificar como las “indulgencias modernas” del falso “evangelio” de la prosperidad. En esencia, la relación transaccional entre los hombres y Dios que propone la teología de la prosperidad (salud/prosperidad/felicidad a cambio de ofrendas/diezmos/pactos) es muy similar a la que a inicios del siglo XVI planteaba la propuesta de las indulgencias. Si caemos en cuenta de que el propósito de los fondos generados para las indulgencias que predicadores como el dominico Juan Tetzel vendían eran para financiar la construcción de la basílica de San Pedro en Roma, no podemos dejar de ver la extraña coincidencia con los grandes proyectos para la construcción de templos y auditorios que usualmente van atados a las promesas de prosperidad que se ofrecen a cambio de las ofrendas/diezmos/pactos de las iglesias evangélicas modernas.
Lutero dijo sobre esto mucho en su “Tratado sobre la indulgencia y la gracia”. Reproduzco aquí algunos párrafos para que podamos reflexionar sobre las ideas de Lutero y lo que implican hoy para nosotros, 499 años después de su publicación:
“13. Es un error mayúsculo querer satisfacer uno por sus pecados, cuando Dios los perdona sin cesar gratuitamente por su inestimable gracia y sin ninguna exigencia a cambio, a no ser la de que en adelante se lleve una vida buena. La cristiandad exige algunas cosas; también puede remitirlas y no imponer nada que resulte difícil e insoportable.14. La indulgencia se ha autorizado en atención a los cristianos imperfectos y perezosos, que no quieren ejercitarse con valentía en las buenas obras, o a causa de los rebeldes. Como la indulgencia no anima a nadie a enmendarse, sino que más bien tolera y autoriza su imperfección, no se debe hablar en contra de la indulgencia, pero tampoco hay que aconsejársela a nadie.15. Obraría mucho mejor quien diese algo puramente por amor de Dios para la fábrica de San Pedro o para otra cosa, en lugar de adquirir a cambio una indulgencia. Porque se corre el peligro de hacer tal donativo por amor a la indulgencia y no por amor a Dios.16. Es mucho más valiosa la limosna dada al indigente que la otorgada para este edificio; incluso es mucho mejor que la indulgencia conseguida a cambio. Porque, como ya se ha dicho, vale mucho más una obra buena cumplida que muchas menospreciadas. Con la indulgencia, o se prescinde de muchas obras buenas o no se consigue la remisión de nada. Fijaos bien en lo que os voy a decir para instruiros como es debido: antes de nada (y sin tener en cuenta al edificio de San Pedro y a la indulgencia), si quieres dar algo, tienes que dárselo al pobre. Si ocurre que en tu ciudad no hay nadie necesitado de socorro (lo que si Dios quiere nunca sucederá), entonces, si así lo deseas, podrás dar para iglesias, altares, ornamentos, cálices de tu ciudad. Si esto no fuere necesario al presente, y si te parece, podrás dar para la fábrica de San Pedro o para lo que sea. Pero ni en este caso deberás hacerlo para ganar la indulgencia, porque declara san Pablo: «Quien no cuida de los miembros de su familia no es cristiano, es peor que un pagano» . En fin, para expresar paladinamente mi pensamiento: quienquiera que te hable de otra manera te está induciendo al error o anda buscando tu alma dentro de tu bolsillo, y si en él encontrara peniques, los preferiría a todas las almas. Si dices que no volverás a comprar indulgencias, te respondo: «ya lo he dicho antes; mi voluntad, mi deseo, mi ruego constante y mi consejo es que nadie compre la indulgencia. Deja que los cristianos perezosos y amodorrados las compren; tú sigue tu camino».17. La indulgencia no está recomendada ni aconsejada: entra dentro de las cosas autorizadas y permitidas. Por este motivo, no es una obra de obediencia, ni incluso meritoria, sino una evasión de la obediencia. Por lo tanto, aunque no se deba prohibir a nadie que las adquiera, se debería alejar de ellas a todos los cristianos y estimularlos a cambio a que se fortificasen precisamente por las obras y las penas que remite la indulgencia.”
Como mínimo, la reflexión sobre estos párrafos es obligatoria, no solo para entender el por qué de la Reforma que estamos celebrando este año, sino también para darnos cuenta de la necesidad continua que tenemos de revisar nuestros paradigmas y nuestras inclinaciones a cometer los mismos errores que pusieron a la iglesia en una posición muy débil en el siglo XVI y que obligaron a un fuerte cisma para buscar regresarla a su confianza plena en Cristo, la Cruz, el Evangelio y la Palabra de Dios.
Como bien lo afirmó Lutero en su tesis número 62:
“El tesoro verdadero de la iglesia consiste en el sacrosanto evangelio de la gloria y la gracia de Dios;”
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